lunes, 5 de mayo de 2008

CUANDO MATAR ERA COSA DE GUAPOS...



UN GUAPO DEL 900

El guapo tuvo su esplendor a principios del siglo pasado, poniendo su coraje al servicio del caudillo político cuando las elecciones se dirimían a los tiros. Época aquella donde los conceptos de progreso se impusieron a empujones y a muchos hubo que esconderlos debajo de la alfombra. Como un fantasma cruel de Juan Moreira, el guapo es un orillero que no termina de adecuarse a la ciudad y a su juego de apariencias. Sus valores de coraje y lealtad, resabios del campo y del desierto aborigen, van perdiendo lugar en las necesidades de la nueva civilización.


Ecuménico López (Joaquín Furriel) está al servicio de Don Alejo Garay (Antonio Grimau) , en las buenas y en las malas. Temerario y audaz. No permite que nadie le ponga un pie encima. Y mucho menos que hablen mal de quien le dio de comer durante 20 años (y aún sigue haciéndolo).

Las elecciones se avecinan. Garay y Ordóñez son los principales candidatos. El pueblo se divide entre ambos. La contienda está pareja hasta que un episodio que pone en juego el honor de Garay y la libertad de López desencadena un final inesperado ( ¿inesperado?).

Cada caudillo tiene en el pueblo alguien que pone todo su coraje al servicio de las circunstancias. Y Ecuménico en eso, es el mejor. Temido por todos y querido por pocos (Matar con revólver es cosa de cobardes). Saco y pantalones negros, pañuelo al cuello, funyi de guapo y cuchillo en mano está preparado para cualquier ocasión.

No permite que mancillen el honor de Garay. Por su fidelidad arriesga su destino y le hace escapar a su madre (Rita Cortese), como muy pocas veces lo ha hecho en la vida, unas lágrimas de tristeza. Sabe que se quedará sola, acompañada de unas cuantas botellas de vino y con los recuerdos de su Ecuménico, quién ha elegido la temeridad antes que la felicidad de quien le ha dado la vida.

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