lunes, 4 de mayo de 2009

LOS ABUELOS


Son ellos los que nos han malcriado cuando éramos pequeños. Son los que nos permitieron todo, los mismos que han puesto a prueba la autoridad de nuestros padres: los abuelos ( y los que no lo han sido, de todos modos, siempre han encontrado un niño a quien malcriar).

Son, además, personas que han vivido antes que nosotros muchas otras cosas y que han visto correr, como dice el dicho, mucha agua debajo del puente. Vieron pasar muchas cosas delante de sus ojos, tanto buenas como malas. Y por el simple hecho de haber nacido antes, merecen respeto.

La sociedad parece no darse cuenta o quedarse dormida a la hora de dar el asiento en un colectivo a un anciano o ayudarlo a cruzar la calle. Asimismo, esta misma sociedad está bien despierta cuando le tocan el bolsillo o no puede ejercer algún derecho.

Hace falta más conciencia y paciencia con quienes han construido la historia hasta ahora. Es importante no perder el respeto ni el cariño y la ternura hacia ellos. Aunque muchos fundamenten que falta mucho o la ciencia está muy avanzada o que nunca llegarán a viejos, la vejez nos llega a todos. Todos recorreremos el final de nuestro camino. Es por esto, que sería correcto, pero fundamentalmente humano, acompañar a esa generación, que ha hecho y sigue haciendo tanto por nosotros (aunque sea un poquito en algún momento de nuestras vidas) enseñándonos con su experiencia y con sus conocimientos. Es importante acompañarlos, desde un simple gesto como ceder un asiento o darles un beso y un abrazo, o escuchar su historia de vida y hacer que se den cuenta que aún siguen siendo importantes para nosotros.

No es este texto una enseñanza moralista, sino un modesto intento de cambiar un poco las cosas. Porque como dijo alguna vez el periodista Jorge Lanata : “ Es muy fácil solucionar el hambre del mundo desde un bar; lo difícil es ser buen tipo en el laburo, con la familia o con quien sea. No sirve de nada la moral abstracta si en la vida no aplicamos la moral concreta”.

miércoles, 1 de abril de 2009

ADIOS, SEÑOR PRESIDENTE


Se ha ido un emblema argentino. Ha pasado a la inmortalidad el Señor Raúl Ricardo Alfonsín. El señor presidente que supo calzarse los pantalones de la democracia luego de una época tan dura como la que acabábamos de pasar. Fue el médico para esa Argentina que comenzó a enfermarse en 1976.

Su ser ya no existe pero sus palabras deberían permanecer por la eternidad: “ Siempre creí y así lo dije en tantas oportunidades que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autoreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. Sigan a ideas, no sigan a hombres, fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática”. Parecieran caer en el momento justo, época en que muchos parecen estar, como tituló el gran Nelson Castro, enfermos de poder.

Adiós señor presidente, sepa Ud. que ha tenido y tendrá siempre una página muy especial en el Gran Libro de la Historia Argentina.

jueves, 26 de marzo de 2009

CUANDO ESCRIBIR SE VUELVE UN DESEO IRREFRENABLE




Avidez. Necesidad imperiosa. Vacío el cerebro y el alma si no desplazo mi pluma en un trozo de papel, si no sacudo mis dedos en un teclado de computadora, para que cada palabra sea un mundo, propio y ajeno, que me identifique como lo que soy, con una de las cosas que más amo en este mundo: escribir.

Acontecimientos, sucesos, momentos, narrar, relatar, develar, descubrir, volar. Dibujar con todas las letras posibles, explayar, pintar, crear, inventar. Caminar sobre la hoja con la pasión de mi profesión. Espontánea, natural, esencial a mi persona. Inevitable para mis ganas de describir, de contar, de trascender a mi propio ser, por ella, la que a través de siglos ha comunicado a los hombres. Oral o escrita, la palabra incomparable, la escritura, la que nos da hoy y siempre la posibilidad de expresarnos.

Me golpea, late fuertemente en mi sien. Me despierta del letargo. Se desespera por salir. Cuando una idea nace no se la debe encarcelar, lo más placentero para ella y para mí es que nazca, que crezca en un papel o en cualquier otro medio, que se desarrolle, que corra con ganas gracias al lenguaje independientemente de que despierte adherencias o rechazos.


Cuando las palabras me llegan a la mente y más aún quieren salir de mi boca son irrefrenables, un deseo, un anhelo inexplicable de volcarlas, desparramarlas, derrocharlas, desperezarlas en cualquier canal que me sea posible...

lunes, 5 de mayo de 2008

CUANDO MATAR ERA COSA DE GUAPOS...



UN GUAPO DEL 900

El guapo tuvo su esplendor a principios del siglo pasado, poniendo su coraje al servicio del caudillo político cuando las elecciones se dirimían a los tiros. Época aquella donde los conceptos de progreso se impusieron a empujones y a muchos hubo que esconderlos debajo de la alfombra. Como un fantasma cruel de Juan Moreira, el guapo es un orillero que no termina de adecuarse a la ciudad y a su juego de apariencias. Sus valores de coraje y lealtad, resabios del campo y del desierto aborigen, van perdiendo lugar en las necesidades de la nueva civilización.


Ecuménico López (Joaquín Furriel) está al servicio de Don Alejo Garay (Antonio Grimau) , en las buenas y en las malas. Temerario y audaz. No permite que nadie le ponga un pie encima. Y mucho menos que hablen mal de quien le dio de comer durante 20 años (y aún sigue haciéndolo).

Las elecciones se avecinan. Garay y Ordóñez son los principales candidatos. El pueblo se divide entre ambos. La contienda está pareja hasta que un episodio que pone en juego el honor de Garay y la libertad de López desencadena un final inesperado ( ¿inesperado?).

Cada caudillo tiene en el pueblo alguien que pone todo su coraje al servicio de las circunstancias. Y Ecuménico en eso, es el mejor. Temido por todos y querido por pocos (Matar con revólver es cosa de cobardes). Saco y pantalones negros, pañuelo al cuello, funyi de guapo y cuchillo en mano está preparado para cualquier ocasión.

No permite que mancillen el honor de Garay. Por su fidelidad arriesga su destino y le hace escapar a su madre (Rita Cortese), como muy pocas veces lo ha hecho en la vida, unas lágrimas de tristeza. Sabe que se quedará sola, acompañada de unas cuantas botellas de vino y con los recuerdos de su Ecuménico, quién ha elegido la temeridad antes que la felicidad de quien le ha dado la vida.

viernes, 25 de abril de 2008

CHAU, CHAU ADIÓS...



PINTADO AL ÓLEO

Seis en punto de la mañana. Ronronea la voz de una locutora radial y anuncia lo esperado. El ministro de Economía Martín Lousteau había “renunciado” a su cargo. Mis ojos todavía no consiguen abrirse y se me ocurre que puedo estar soñando o en algún estadío de mi imaginación .

Enciendo el televisor y hago zapping por varios (bueno; varios, es una manera de decir) canales de noticias confirmo que no estaba soñando. Martín Lousteau renunció a su cargo.

Cuando llegó a la cartera de Economía lo recibieron con todos los honores, encontró el respaldo de la Presidenta y su entorno. Todos hablaban de su formación académica y por sobre todas las cosas, de tu juventud. Fue presentado como un “joven brillante” que condujo el Banco Provincia con sorprendente solidez para su edad. Duró 137 días en su cargo, con más cuestionamientos que aplausos y con la desconfianza del ex presidente. El Gobierno se propuso negar la inflación y manipular los números del INDEC. El temperamento del Secretario (con aires de Ministro) de Comercio Interior Guillermo Moreno se empeñó en oponerse a él. Y Lousteau, no dudó muchas veces en hacerle frente.
Su figura se fue desgastando. Y terminó de derretirse cuando anunció el esquema de retenciones móviles para los productores agropecuarios el 11 de Marzo.


Llegó inesperadamente al Gobierno Nacional, como un pequeño pichón que acaba de nacer, con la protección y los consejos de Mamá Cristina y Papá Alberto, bajo las rigurosas órdenes e intimidaciones del Tío Guillermo. El pichón intentó tomar un poco de vuelo propio, pero su familia se encargó de cortarle las alas en cuestión de días.

OTRO FERNÁNDEZ Y VAN...

Hubo reunión. Fernández, Alberto; presente. Fernández, Cristina; presente. Lousteau, Martín; presente. Fernández, Carlos: muy pronto. Pasaron 45 minutos y la renuncia fue anunciada. Cristina y Alberto le ofrecen el cargo a Carlos Fernández, titular de la AFIP gracias a una disputa entre el ex titular del organismo, Alberto Abad y el ex titular de la Aduana, Ricardo Echegaray.

La gran familia Fernández no para de crecer. Bajo las alas de la dinastía K los Fernández tienen un lugar asegurado. Cristina, Aníbal, Alberto, y ahora Carlos.

Economía parece una cartera destinada al cambio continuo. Ya desde la gestión de Néstor Kirchner los ministros de esa área tuvieron un paso efímero. Roberto Lavagna, Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau no pudieron mantenerse en el cargo por demasiado tiempo bajo las alas de los K. Quizá tengan que someterse a las sugerencias del Tío Guillermo o descender, en ésta, o en otras vidas de algún Fernández.


viernes, 18 de abril de 2008

SÁBANAS DE CARTÓN

Se cierra tras de mí la puerta del hall del edificio en el que vivo. Hace frío y mi olfato detecta el resultado de la quema de pastizales. Con mi cara aún dormida y nubes de humo cubriendo la ciudad, tomo el colectivo de la Línea 7 a una cuadra de mi casa, como lo hago todos los días para llegar al Instituto. El chofer: el mismo de siempre, saco mi boleto de 45 centavos y me ubico (con suerte) en el último asiento junto a la ventanilla. Enciendo mi mp3 y aprieto el botón para pasar de canción (nunca llega a complacerme una por completo) y también subo y bajo el volumen ( temo quedarme sorda entre mi música y el ruido de la ciudad y temo quedarme ciega por el incesante humo que en estos días vino a complicarnos la rutina). Y entre apretar botones, ver la gente que sube al colectivo, sacar de la mochila los pañuelos descartables ( el humo no le da respiro a mi alergia, ni ésta a mí) y dormitar un poco porque sé que todavía me falta bastante para llegar; se han pasado 15 minutos del recorrido. El colectivo frena frente al semáforo en rojo en Emilio Mitre y Av. Asamblea y a mi izquierda veo una lamentable postal, un hombre de unos 50 años desperezándose en el suelo, con sábanas de cartón y diarios viejos Tiene los ojos tristes ( al menos eso creí ver). A su lado hay una mujer durmiendo, en apariencia de su misma edad. Sus ropas estan hechas harapos y al parecer sus ilusiones también.

No es difícil notar que casi todos los pasajeros del colectivo los observan fijamente, pero en cuestión de segundos quitan sus ojos , ya acostumbrados a ver la misma imagen en varias calles de Buenos Aires. Yo no puedo sacar los ojos de esa situación, tan común y corriente para todos los porteños y a la vez, tan particular a mi criterio porque los sin techo son aquellos que lamentablemente tienen que dormir con sábanas de cartón, mientras algunos lo hacen con sábanas de seda, aquellos que no tienen la elección de tener o no frío mientras otros pueden encender una estufa, aquellos que pueden renegar con toda la razón del calor del verano
mientras que otros encienden sus aires acondicionados al nivel máximo.

El hombre se sienta y refriega sus ojos con sus sucias manos e intenta despertarse una vez más en la realidad que le ha tocado vivir. La mujer continúa tendida en el suelo y se cubre el cuello con una hoja de diario que se está por volar. No quiere despertar, prefiere seguir soñando (si es que todavía conserva las ganas de soñar) e imaginar que mejores condiciones de vida están por llegarles. Él le toca la espalda, como anunciándole que ya es hora de levantarse, quizás a cartonear, o a mendigar en alguna esquina. Ella, no reacciona, y continúa en la misma posición. El semáforo le da luz verde a los autos, colectivos y camiones, bicicletas y motos. Mi cotidiano colectivo número 7 avanza y mis ojos deben despegarse de ellos inevitablemente , pero mi cabeza ( y me atrevo a decir, mi corazón también) seguirá
pensando en ambos por el resto del viaje y del día.

Bajo del colectivo en Bartolomé Mitre y Riobamba. Bajan detrás de mí 3 personas más. Evito una enorme bolsa negra de basura en la vereda y pienso que aquellas dos personas que vi tal vez estén revolviendo alguna bolsa parecida a esa. Buscando en ella restos de comida o alguna prenda que les sea útil. Cruzo la Avenida Rivadavia y camino por Combate de los Pozos. Llego al Instituto con la seguridad de que hay mucho para cambiar, y de que a los argentinos hay muchas cosas que todavía no nos hicieron ruido en la cabeza.











martes, 15 de abril de 2008

YO QUIERO SER

Hace 3 años sentí la necesidad de ser periodista, de capacitarme y poder desempeñarme como tal en el futuro. Pasaron esos 3 años y sigue intacta en mí esa urgencia, urgencia de comunicar, de transmitir, de informar, de analizar resultándome imprescindible conocer la actualidad, la realidad que me rodea sin dejar de tomar en cuenta ningún aspecto, en lo posible.

En la actualidad, el periodismo tiene ( y ha tenido siempre que la política se lo ha permitido) una responsabilidad enorme en sus manos en cuanto a su tarea de informar, formar y entretener a su público. Además, un poder indiscutible respecto de lo que se informa, y fundamentalmente respecto de lo que se opina. No es en vano, entonces, la atribución de Cuarto Poder que se le ha conferido, en relación a los 3 poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El periodismo es, sin ninguna duda, formador de opinión y eso muchas veces le cuesta y le ha costado, reproches políticos, en el mejor de los casos.

Hoy quiero ser periodista porque siento la vocación, el placer de escribir y comunicar, de hablar y transmitir. Y por sobre todas las cosas, de brindar información con la mayor fidelidad y veracidad posible a la sociedad.

Me resulta imperioso llegar a comprender la cuestión de la ética periodística. ¿Hasta dónde llegan los límites del periodista como persona cuando un medio le impone ciertas reglas? ¿Puede más, en algunos casos, la necesidad de “comer” que mantener firme la ideología propia? ¿Cómo se resuelve ese dilema? Por el momento, no encuentro respuestas para esas preguntas. Debo suponer que la experiencia en la tarea periodística me dará la clave para resolver la cuestión.

Es la tarea periodística la que brinda a quien la ejerce, la satisfacción de la expresión ( y repito: siempre y cuando el poder político y sus circunstancias lo permitan), la pasión de comunicar, de llegar a quien lo lee, lo mira o lo escucha. Es tarea necesaria para que la sociedad conozca, sepa, se entere, se forme, se entretenga. Y es, condición necesaria para ser genuino periodista la entrega total y absoluta a la pasión por la noticia de interés social y público; y en muchas ocasiones, el sacrificio y postergación de cuestiones personales en pos del interés público.

Recuerdo las palabras de un profesor: “El periodismo es como un sacerdocio, es entrega completa hacia la tarea que se realiza” Y comprendo cada una de esas palabras; se es periodista las 24 horas del día y no las horas que uno cumpla en un medio periodístico. Se es periodista cuando ocurre un hecho fuera del horario de trabajo y se tiene la necesidad de tomar nota o de inmiscuirse en él. Se es periodista cuando se recolecta y transmite información, se analiza, se critica, se opina. Es periodista quien tiene la agudeza y la necesidad personal de resolver cuestiones que el común de la gente no puede resolver. Es fundamentalmente, una persona con la capacidad de transmisión y de análisis de la realidad y con la obligación (muchas veces con placer) de hacerlo a diferencia de quien transmite datos o chismes por gusto propio. Es periodista el curioso, pero no el impertinente. Es quien sabe de todo un poco, y lo que no sabe, sabe a dónde ir a buscarlo y cómo conseguirlo.

Quiero ser en el futuro ( muy cercano por cierto), una periodista con las capacidades que mencioné, con toda la pasión y la agudeza que requiere la tarea y de quien se ha preparado y perfeccionado a nivel académico. Y quiero tener todas las herramientas para poder desenvolverme en un medio gráfico, radiofónico o audiovisual y poder cumplir mis expectativas.

Quiero que mis palabras lleguen a oídos de mucha gente y que despierten opiniones de las más variadas. Quiero hacerme oír sin llegar a ser lo que hoy se denomina el periodista estrella. Deseo informar, y ser testigo, ser el puente entre la sociedad y lo que ésta desea alcanzar: la información. Desearía, crecer profesionalmente en el periodismo y expresar mis ideas con libertad en el medio en el cual me desempeñe, no renunciar a mi ideología por cuestiones económicas ni de otra índole. Desearía, que el público pueda interpretar lo que expreso y que forme su propia opinión, sin coacciones políticas de ningún tipo.

Quisiera que todo lo que aprendí y los conocimientos teóricos que adopté me sirvan para cometer la menor cantidad de errores posibles en la práctica.